Diario de autor (parte I)
- emilioprietohurtad
- 1 dic 2015
- 3 Min. de lectura
Marzo del 2012
Era una tarde como otra cualquiera. Ya debería haberme acostumbrado a esa rutina: el despertador sonaba temprano, iba al trabajo, tenía una hora para almorzar, pasaba por clase (esa tarde para mirar unas notas) y regresaba a casa. Aún era de día: la primavera anunciaba su llegada y el entretiempo jugaba con mis sentidos haciendo que mis ojos, ya cansados, no pudieran acostumbrarse al juego de claroscuros que proyectaba el sol al esconderse tras las nubes. No podía más y, antes de que llegara la noche, el sueño me venció y envolvió en un mágico manto bajo el cual proyectó una historia que cambió mi vida.

Vi a un niño, pelirrojo, con unas pecas castañas que decoraban sus mejillas y una mirada intensa. Estaba encerrado en una sucia y oscura habitación de paredes de piedra. A su lado, una joven cuyo nombre averigüé meses después, permanecía callada y arrodillada bajo una esquina. Se abrió una puerta que dejó pasar algo de luz, lo que me ayudó a dibujar con más claridad la escena. Por ella, entró un señor cuyo rostro me era familiar. ¡Cielo Santo! Era Andreu Buenafuente. Llevaba un traje y, por alguna razón, en ese momento, yo sabía que encarnaba un papel diferente al que acostumbraba a hacer cuando salía en televisión: era un director, dueño y responsable de una institución con niños poderosos de los que, seguramente, se aprovecharía para rellenar alguna carencia emocional… Y yo…¿por qué sabía todo eso?
No tuve tiempo de hacerme ninguna pregunta; de repente, 'Andreu' tomó aire, miró al niño y pronunció su nombre:
“Frizie”
Acto seguido, contempló a la joven que lo acompañaba, hizo un comentario aludiendo a su “soledad” y se marchó. Quizás hablaron durante más tiempo o dijeron cosas que nunca podré recordar, pero cuando desperté, lo tenía claro: la historia me había encontrado.
Confuso por la intensidad del sueño, busqué papel y lápiz y anoté todo lo que me llamó la atención: ¿Una joven de la que decían ser la “soledad? ¿Puede acaso un sentimiento personificarse en el cuerpo de una persona? ¡Claro! Es ficción, y en la literatura todo vale. ¡Bien! Me calmé ante la emoción que sentía por haber descubierto mi piedra filosofal y comencé a tirar del hilo: un internado, niños que encierran sentimientos que lo hacen poderosos, un director que los usa para su interés y un joven pelirrojo de mirada intensa llamado Frizie. Así comenzó mi aventura como escritor.
Dicen que Einstein tuvo las mejores ideas mientras dormía o que, sin ir más lejos, algunos autores actuales, de obras conocidas y llevadas al cine recientemente, soñaron también con la trama principal de sus libros. Yo lo sabía y eso me tenía muy excitado.
Me sentía en la necesidad de contar esa historia que, a cada segundo que le dedicaba, iba creciendo en mí. Sin embargo, no podía hacerlo. La rutina me atrapaba, me faltaba tiempo para hacer un trabajo bueno y, si algún defecto tengo, es que soy muy perfeccionista. Me senté en la cama y pensé: “¡Ey! Solo ha sido un sueño”. Pero no, no podía borrar la imagen de ese niño de mi mente. Entonces me convencí: “Te pondré a prueba. Si eres capaz de esperar tres meses, contaré tu historia. De lo contrario, será una aventura más que habré vivido mientras dormía”.
Y así fue.
El tiempo pasó y, cuanto más me concentraba en mis quehaceres diarios, con más intensidad me asaltaba Frizie: nuevas historias, nuevas tramas, nuevos personajes… ¡todo un mundo por conocer! Luchaba por mantener las formas y continuar esperando el momento, pero me costaba retener la voz de ese pequeño que, cada día, me rogaba con más ahínco darle vida. Tras 90 días de espera, un dossier de prensa llegó a mis manos: nacía la editorial Nube de Tinta.
Teresa Petit era la editora y, en una entrevista que adjuntaban, reveló la línea editorial que seguirían en la publicación de libros y afirmó que se encontraban trabajando con escritores extranjeros. A continuación, y casi sonando como música para mis oídos, declaró que estaban esperando propuestas de autores españoles.
A partir de ese momento, y con más fuerza que nunca, la voz de Frizie volvió a retumbar en mí: “Es el momento”. Así me lo dijo y así lo sentí. No tuve más remedio que hacerlo. Descolgué el teléfono y hablé con Sara, la responsable de prensa de Ingenio de Comunicación. Tras algunos emails en los que Frizie se había convertido en el más absoluto protagonista, Teresa accedió a leer la obra una vez terminada, sin prisa alguna, esperando un ejemplar a la dirección que me anexaban. ¡Dios mío! ¡Tenía mucho trabajo por delante! Sentir ese impulso me dio la energía suficiente para hacerlo: ‘Frizie’ nació en ese preciso instante.
Comments