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Taylord, creador de los Siete Mundos

Me respetan como a un dios, pero solo soy un hombre. Creen en mí porque me temen. Saben que jamás podrán sobrepasar las fronteras de mis reinos. Yo controlo sus vidas, observo cada uno de sus movimientos y decido hasta dónde pueden llegar. Yo soy su rey... el único y verdadero poseedor de la última corona.

Taylord, creador de los Siete Mundos

Los dioses determinan la suerte de los humanos, y todo lo que nos sucede se debe a la voluntad divina. Ser rey y convertirme en una deidad no deja de ser parte de mi designio. Si así las estrellas han iluminado mi destino, debo acatar la orden que me acuña. Gobernaré y dividiré los elementos, sus gentes y sus ciudades. Haré de mi imperio una fortaleza que nadie, ni siquiera Casiopea, podrá arrebatarme.


Acerqué mis labios a la manzana, la rocé, y antes de morderla, emanó de ella una luz cegadora. Se despegó de mis manos e intentó escapar. La agarré con fuerza, pero fue inútil. Creció se convirtió en una bola dorada que tenía grabado el mapa de nuestro mundo. Lo miré asombrado y contemplé cómo los ejércitos de Ghabea y Rhaem estaban a punto de enfrentarse.


La bola del mundo resplandeció tanto que nos hizo apartar la mirada. Grité, intenté abrir los ojos, pero todo lo que había era una inmensidad blanca que me nublaba el sentido de la vista. Estaba ciego, pero me sentía poderoso.


El mapa de la esfera comenzó a resquebrajarse a mi antojo. Sentí cómo el suelo temblaba bajo mis pies y traía consigo un sonido arrollador. Sin embargo, no era testigo de aquello porque no podía ver nada más que la luz que seguía cegando mi mirada.


Creé de la nada un nuevo orden. Sentencié el destino de todos los habitantes y los proclamé mis súbditos. Anuncié mi próspero y largo reinado con esta división geográfica y prohibí que, absolutamente nadie, traspasará las fronteras entre los reinos a no ser que su naturaleza mágica dependiera de uno de los elementos naturales que confluía con las otras fortalezas.


Tengo la corona. Tengo el poder. No controlo dos reinos hermanados... ¡gobierno sobre Siete Mundos! La magia con la que han sido creados es tan fuerte que nada ni nadie podrá llegar a mí y destruir esta unión.


¿Para qué ser un rey pudiendo ser un dios?


Larga vida a la última corona.

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