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(In)consciencia

Soy la voz que nace del recuerdo, viaja en el viento e invade tu alma. Apelo a las emociones que inundan tus ojos de lágrimas cuando evoco la sombra del olvido. Provoco en ti el despecho, la rabia... ¡la ira! Me muevo en los extremos para que encuentres mi reflejo en las comisuras de cualquier sonrisa.

He aprendido a velar tus sueños y recrear en ellos mi eterno castigo. Es fácil hacerte vulnerable a mis encantos. La tentación de revivir el pasado reside en nuestros instintos. No trabajo con el desahogo pero, en ocasiones, viajamos juntos. Tú te vales de él para sentirte mejor, obviando que sin mí ni siquiera lo encontrarías... ¡qué banal puede llegar a ser el destino de los hombres! Ancláis el tiempo en una mirada, un gesto, un aroma... y creéis hacerlo vuestro, pero no os pertenece. No os dais cuenta que todo es efímero, todo menos mi voz.


Te susurro lo que quieres escuchar y recreo en tu memoria solo lo que deseas ver. Juego con los espacios, los sonidos y los colores para revivir realidades alternativas y engañarte. ¡Y la mayoría de las veces tú mismo lo permites! Sí. Te gusta regodearte en el dolor... crees que así pasará antes, pero de nuevo te equivocas: conmigo, cuando el corazón comienza a sangrar, las heridas solo pueden hacerse más profundas.


En mi presencia nace tu ausencia. Opaco tu razón... dejas de ser tú. Te conviertes en un desconocido para los demás: las ojeras nublan tu rostro, el silencio tu garganta y, con la mirada agachada, persigues el mismo camino por el que arrastras tus pies. Te evades. El mundo se convierte en una jaula. Eres tu propio rehén y, con la memoria cautiva, matas tu esencia cada día. Se han perdido las sonrisas... has olvidado la esperanza. Muerta la ilusión, entierras la calma y rompes sus coordenadas para no volver a encontrarla.


Los gritos se han ahogado y convertido en lamentos. Los reproches se visten de carencias y sollozan; sus voces resuenan en tu cabeza clamando piedad. No existe la libertad. Piden un digno final o, simplemente, la aceptación de la derrota... ¿por qué te empeñas en continuar con esta guerra?


Nadie puede vencerme, ya te lo he dicho: soy la voz que nace del recuerdo y, como tal, vivo en ti. Yo soy tu castigo, un azote mayor al del tiempo.


Me apagarás el día que cierres tus ojos de nuevo.


Me alejarás el día que tu corazón vuelva a latir.


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